Entra, toma prestado algunos libros y piérdete en algún mundo mágico por un rato... el café, te lo debo.

2017

No rompí mi promesa. En serio. Luego de escribir Una última cruzada no volví a torturarme entrando en una librería donde los libros ahora cuestan más de lo que costó mi carro (no exagero). Pero bueno, tenía que comprar un par de marcadores, así que me tocó entrar en una y... lo que vi allí me deprimió. Tanto, que me llevó a buscar las librerías donde solía comprar, sólo para que me confirmaran uno de mis peores miedos: mi país se quedó sin libros.
Esto fue lo que me recibió cuando me acerqué por última vez (ni modo) a las librerías que antes frecuentaba:



2019

Como verán, tomé esas fotos hace tiempo ya. Las guardé por mucho tiempo pensando lo que podía escribir junto a ellas pero nada concreto venía a mi mente, que se debatía entre la resignación y la esperanza. Porque el agravio que se suma con cada año de crisis no ha impedido que sigamos soñando. Siempre tenemos la esperanza de que al final de ese año todo cambiará, que volveremos a levantarnos. En el 2017 pensaba que volvería a ver libros en el 2018. En el 2018 pensaba que volvería a ver libros en el 2019. Y terminar de sentirme mal, eso era un deseo banal en medio de una situación precaria donde todo el mundo está enfocado en conseguir comida. Cuando tienes hambre, los libros son claramente un lujo.
Sin embargo, ya no es cuestión de dinero. Ni siquiera me están tentando con libros que no puedo pagar. Ahora las librerías están desiertas, o peor: cerradas. ¡Adiós al olor a libro nuevo! Mis colegas lectores en el exterior ahora muerden sus lenguas al saber que busco libros de manera alternativa. ¿Qué otra vía me queda? Murió la magia de la palabra escrita, el poder de la ficción. Las puertas entre universos ahora tienen candados, y alguien derritió las llaves para hacer balas. Sé que suena dramático, pero permítanme hacer alarde de todo lo que he aprendido leyendo. Aunque, si han seguido las noticias internacionales, sabrán que en realidad no estoy hablando poéticamente.
Alguien podría decir que la falta de libros es el menor de los problemas de mi país, pero analicemos: ¿es de verdad el menor problema? Porque si algo he aprendido de los libros y de la historia es lo bajo que caemos cuando otorgamos poder al ignorante. He visto reportajes de lectores de Siria recolectando libros entre los escombros que deja la guerra para poder alimentar una biblioteca subterránea, movidos por el temor de que la cultura y educación queden sepultados. Así que dice mucho sobre la situación de este país el hecho de que la primera baja de la crisis, así tan alegremente, fuera la literatura.

CIERRE_ENTRADAS

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