SANTUARIO: café literario virtual: GREY OPINA #027 | Sarah MacLean: Las reglas de los canallas

RESEÑA 027 | Sarah MacLean: Las reglas de los canallas

LECTURAS:
Libros 1 y 2: Diciembre 2016 | Libros 3 y 4: Junio 2017

Este género siempre será como una búsqueda del tesoro, donde hay que escarbar entre la basura para conseguir una joya. En este terreno confío en pocas autoras, pero Sarah MacLean entró en mi lista después de haber leído la serie "Love by numbers". En esa ocasión estábamos entre respetables personajes de la sociedad. Esta vez, hay que adentrarse en la vida nocturna del antiguo Londres para encontrar a nuestros héroes y heroínas.

El primer libro pertenece a Penny. Ella, como otro millón de mujeres de su época, se encuentra en esa estupida situación de estupidos escándalos en medio de una estúpida sociedad que ha hecho mercado del matrimonio. Detestable, por supuesto, pero bastante común en este mundo. Bourne, criado entre facilidades, lo pierde todo en un día, y como típico caso de estudio en Psicología 101, se convierte en un predecible patán de primera categoría. Penny me cayó bien, y me parece curioso que para ella no es natural, ni siquiera medianamente fácil, soñar o tener coraje, pero igual lo intenta. Lo que sí es natural en ella es la perseverancia. El escenario es un enjambre de engaños, pero luego de una prueba de coraje y una de redención, para Penny y Bourne respectivamente, debo decir que me gustó el cierre de su historia. Fue elegantemente sutil.

La primera interacción entre los protagonistas en el segundo libro es bastante cómica. La petición de Pippa es absurda, y aunque está comprometida, cosa que normalmente me haría ruido, lo dejé pasar porque para esta gente el matrimonio era un asunto de negocios donde se esperaba que la mujer aceptara en silencio y de paso agradecida porque le hiceran el favor de escogerla. Pippa vive para el orden y la lógica, y aunque esos principios la impulsan a ser curiosa y a pensar por sí misma, también la encierran en un deber que pesa en tradición y ridiculez. Todos los dueños de "The Fallen Angel" tienen un pasado que los acosa, pero al menos el de Cross es mucho más complejo que el de Bourne, lo que añade más intriga al relato, y aunque este tipo de pasado justificaría más una actitud como la de Bourne, Cross no se ha dejado destruir del todo. Eso habla de una realidad mejor enriquecida para esta segunda historia, a pesar de que no se hayan aprovechado todas sus posibilidades. De hecho, a medio libro la historia se me hace lenta. Se pierden muchas líneas en cavilaciones largas o redundantes por parte de los personajes, y toma tiempo de más para llegar a una escena que ya de por sí se veía venir y que no iba sorprenderme sin importar cómo la prepararan.

La cosa mejora un poco en el tercer libro. A Temple le hicieron creer lo peor de él y eso lo ha consumido durante años, eso y la soledad que conlleva el ser temido. La mujer que le regaló esa existencia reaparece cual fantasma con la oportunidad de arreglar las cosas, pero Temple no quiere absolución, quiere venganza. Temple hace cada noche lo que mejor se le da: pelear, pero no le produce ninguna satisfacción, solo un olvido temporal. En qué ha estado Mara todo este tiempo, es un misterio que se devela poco a poco. Aunque lo que hizo hace 12 años arruinó a Temple, al menos tuvo el coraje de decidir cambiar su destino aun siendo tan joven. No apruebo el método pero, si me preguntan a mí, Mara le hizo un favor a Temple. En lugar de pasar una vida de vagancia y desenfreno como el propio aristócrata inútil, se convirtió en una leyenda del deporte, hizo un imperio por mérito propio, y ahora tiene una familia que supera con creces a la que hubiera tenido por fría obligación. Pero por supuesto, tantos golpes en la cabeza no lo dejan apreciar su presente y futuro porque sigue enfocado en un pasado hipotético que seguramente hubiera tenido poco valor. Esta historia fue definitivamente más sustancial que las anteriores, los argumentos son más fáciles de tomar en serio, saliendo de la frivolidad usual de la temática.

Es fácil empeñarte con la serie cuando desde el primer libro te prometen los insuales personajes del cuarto libro. El personaje de Chase tienta durante las entregas anteriores y propicia a la elaboración de teorías sobre su identidad, lo que hace laborioso reseñar este libro sin hacer un spoiler para el que no haya empezado la serie, pero lo intentaré, porque parte de la emoción fue enterarme de todo a su tiempo. Yo no vi comentario alguno antes de iniciar la serie y disfruté dándole vueltas a las pistas hasta llegar al doble JA! que solté al final del tercer libro. Tampoco puedo creer que fue a la mitad de este libro que note la relación de estos personajes con los de la serie anterior, pero me sirvió para sorprenderme con la historia.

Este último libro se enfoca en el ir y venir de dos pesos pesados en el manejo de información. Su moneda de cambio son los secretos, aunque los socavan y los usan en distintos mundos. El imperio creado por cada uno les ha permitido acumular poder sobre una sociedad que los acepta a medias. En cada encuentro podía escuchar de fondo la campana que daba inicio al nuevo round. Esta no es la historia de un lobo cazando a un corderito con garras, es la historia de dos leones caminando en círculos mientras se miden. Cada uno arrastra su bien dotado equipaje y a ninguno le es natural la confianza, así que maquillan sus sentimientos como simples ensoñaciones y sus necesidades como meros intereses. Llamar las cosas por su nombre y darles la cara puede acarrear más drama del que ya tienen. Definitivamente fue el libro más entretenido.

Si algo tengo que criticarle a la serie es que casi siempre sobrevaloran la dichosa "corrupción". La hacen sinónimo de libertad cuando en realidad se trata de libertinaje. Entiendo que la sociedad "respetada" también es una farsa que oculta futilmente más corrupción, pero tampoco aplaudo que se menosprecie la integridad de los pocos que la tienen en ese mundo. Al menos la autora siempre se asegura de que toda esa fanfarronería de la supuesta buena vida se vea insignificante y vacía ante las cosas que realmente importan, ante el tipo de vida que puedes tener cuando no vives sólo para ti mismo.